La detección de un caso de abuso sexual se puede hacer a través de tres fuentes:
· Indicadores históricos. Se extraen de lo que el niño o la niña cuente sobre lo ocurrido.
· Indicadores físicos. Dificultad para caminar o sentarse. Lesiones, desgarros, magulladuras en los órganos sexuales. Irritación del área anogenital. Infecciones en zonas genitales y urinarias. Enfermedades venéreas. Presencia del esperma. Dificultades manifiestas en la defecación. Enuresis o encopresis.
· Indicadores comportamentales. De entre ellos, cabe destacar la sexualización traumática, la transmisión intergeneracional, los menores agresores sexuales, la impotencia y sentimientos de abandono y la estigmatización social. Se ha de recordar igualmente que hay niños que pueden permanecer asintomáticos aunque estén viviendo un abuso sexual. Una de las problemáticas más graves en el tema del abuso sexual infantil consiste en que los indicadores que muestra el niño o la niña víctima de abuso no conforman un cuadro unificado y diferenciado sino que también están presentes en otros cuadros psicopatológicos de la infancia. Por eso, es fundamental conocerlos para establecer un diagnóstico diferencial y evaluarlos de forma global. Se pretende realizar una detección sensata, ni alarmista ni temerosa. Además, también es importante diferenciar entre los indicadores y las consecuencias del abuso sexual infantil: los primeros constituyen los indicios, las segundas son fruto del abuso. Por ejemplo, la enuresis en un niño puede ser un indicador de abuso y, al mismo tiempo, una consecuencia de éste, no debiéndose confundir los dos niveles de análisis.
Sexuales: Conductas sexuales impropias de la edad: masturbación compulsiva, caricias bucogenitales, conductas sexualmente seductoras, agresiones sexuales a otros niños más pequeños o iguales. Conocimientos sexuales impropios de su edad. Afirmaciones sexuales claras e inapropiadas.
No sexuales: Desórdenes funcionales: problemas de sueño, enuresis y encopresis, desórdenes del apetito (anorexia o bulimia), estreñimiento mantenido.
Problemas emocionales: depresión, ansiedad, aislamiento, fantasías excesivas, conductas regresivas, falta de control emocional, fobias repetidas y variadas, problemas psicosomáticos o labilidad afectiva, culpa o vergüenza.
Problemas conductuales: agresiones, fugas, conductas delictivas, consumo excesivo de alcohol y drogas, conductas autodestructivas o intentos de suicidio.
Problemas en el desarrollo cognitivo: retrasos en el habla, problemas de atención, fracaso escolar, retraimiento, disminución del rendimiento, retrasos del crecimiento no orgánicos, accidentes frecuentes, psicomotricidad lenta o hiperactividad.
Algunos de los síntomas más frecuentes, según la edad de la víctima, pueden ser:
· En edad preescolar: somatizaciones, regresiones y sexualización de la conducta.
· Entre los 6 y los 12 años: baja autoestima, problemas escolares, trastornos del sueño, reacciones psicosomáticas, dolor abdominal.
· En adolescentes: baja autoestima, fugas de casa, depresión, embarazo, automutilaciones, agresividad y aislamiento.
